Todo comenzó con una libreta de colegio. Tenía apenas seis años cuando mis lápices de colores cobraron vida pintando mi primera rana verde, pequeña, imperfecta...pero mágica. En ese momento, sin saberlo, nació mi amor por el arte y la naturaleza que hoy define cada pincelada de Pepa Pint.
Durante mucho tiempo pinté solo para mí. Guardaba mis obras, las miraba en silencio, las atesoraba como secretos. Hasta que en una exposición, un cliente me dijo algo que me marcó para siempre: "Esto es demasiado bonito para quedarse guardado. Debes darlo a conocer al mundo"
Esas palabras fueron la chispa que transformó una pasión íntima en el deseo de compartir la magia y la conciencia que habita en cada una de mis acuarelas.